Cómo Comer Después de Tomar Antibióticos

Los antibióticos han sido uno de los mayores avances en la historia de la medicina. Salvan vidas al eliminar bacterias perjudiciales, pero también pueden tener efectos secundarios importantes, especialmente en la microbiota intestinal. Muchas personas experimentan hinchazón, cambios en su tránsito intestinal o malestar digestivo luego de un tratamiento con antibióticos. Sin embargo, la dieta puede jugar un importante papel en la recuperación de ese equilibrio intestinal, eso sin recurrir a suplementos. En este blog te explicamos qué es lo que pasa con tu microbiota cuando tomas antibióticos y qué alimentos puedes priorizar para recuperarte de manera segura y eficaz.

¿Qué hacen los antibióticos en tu microbiota?

Cuando tomas antibióticos, no solo eliminas las bacterias responsables de la infección, sino también una parte importante de las bacterias que son beneficiosas y que viven en tu intestino (1). Esto puede reducir la diversidad de tu microbiota y generar que microorganismos menos favorables, como Clostridium difficile, crezcan de forma descontrolada, aumentando el riesgo de infecciones o disbiosis (desequilibrio microbiano) (2).

Este problema puede durar semanas o incluso meses, dependiendo del tipo de antibiótico, la duración del tratamiento y la alimentación de base. Por eso, lo que comes después de terminar el tratamiento es fundamental para favorecer la recuperación de un ecosistema intestinal saludable.

¿Es necesario tomar suplementos probióticos?

Si bien existen cepas específicas de probióticos con respaldo científico para ciertos casos clínicos (como prevención de diarrea por antibióticos), la mayoría de los suplementos comerciales no tienen efectos obligatorios en personas sanas y no siempre tienen cepas vivas o efectivas (3).

Por otro lado, una estrategia basada en alimentos reales puede ayudar tanto en la repoblación de bacterias beneficiosas como la regeneración del intestino. Además, tiene la ventaja de aportar fibra, micronutrientes y compuestos antiinflamatorios sin riesgo de sobrepoblación de una sola especie (como pasa con algunos suplementos mal indicados).

¿Qué alimentos ayudan a recuperar tu microbiota?

A continuación, te compartimos alimentos con evidencia para favorecer la recuperación de tu microbiota tras el uso de antibióticos:

  • Alimentos fermentados naturales: Como yogur con cultivos vivos, kéfir, chucrut, kimchi o kombucha sin pasteurizar. Estos alimentos contienen bacterias vivas conocidas como probióticos y pueden ayudar a restaurar la diversidad microbiana intestinal, siempre teniendo en cuenta que hay que consumirlos en su justa medida (4).

  • Prebióticos naturales: Son fibras que alimentan a las bacterias buenas. Están presentes en alimentos como plátano, cebolla, ajo, espárragos, puerros, alcachofas y avena (5).

  • Legumbres y cereales integrales: Aportan fibra fermentable que mejora la función intestinal y promueve el crecimiento de bacterias beneficiosas como Bifidobacterium y Lactobacillus.

  • Frutas y verduras variadas: Una dieta rica en plantas favorece una microbiota diversa y antiinflamatoria. La variedad es clave.

  • Caldo de huesos o alimentos ricos en gelatina natural: Ayudan a reparar la barrera intestinal al aportar colágeno y glutamina, componentes clave en la integridad de la mucosa (6).

  • Grasas saludables: Como aceite de oliva extra virgen, palta o semillas, que modulan la inflamación y promueven una microbiota equilibrada (7).

¿Qué deberías evitar?

Mientras te recuperas, hay algunos alimentos que pueden empeorar el restablecimiento del equilibrio intestinal. Idealmente, deberías:

  • Evitar el consumo frecuente de alimentos ultraprocesados, ya que su bajo contenido de fibra y alto contenido de aditivos pueden dañar la microbiota (8).

  • Limitar edulcorantes artificiales como sucralosa o aspartamo, que se han relacionado con alteraciones microbianas intestinales.

  • Reducir el alcohol, especialmente en grandes cantidades, por su efecto negativo sobre la permeabilidad intestinal.

  • No tomar suplementos probióticos genéricos sin indicación profesional.

¿Cuánto se demora en recuperarse la microbiota?

La recuperación puede tardar de 2 a 8 semanas, aunque en algunas personas la microbiota puede seguir alterada durante meses si no se acompaña con una dieta adecuada (9). Por eso, mantener una alimentación rica en vegetales, legumbres y alimentos fermentados durante ese periodo puede marcar la diferencia.

También es importante considerar que cada persona tiene una microbiota única, por lo que la respuesta a los mismos alimentos puede variar. Escuchar tu cuerpo y observar cómo te sientes es una herramienta tan útil como cualquier análisis.

Mynu y tu microbiota post-antibióticos

En Mynu entendemos que la salud digestiva es necesaria para todo lo demás: desde tu energía diaria hasta tu sistema inmune. Gracias a nuestros planes personalizados y a la tecnología de Numy, podemos ayudarte a diseñar una alimentación que ayude con tu recuperación intestinal después de tomar antibióticos. No tenemos soluciones genéricas ni suplementos innecesarios: necesitamos de tu genética, tus objetivos y tus hábitos para entregarte una guía real, segura y sostenible para tu salud digestiva.

Conclusión

Tomar antibióticos puede alterar de verdad tu microbiota, pero tu alimentación tiene el poder de ayudar a recuperarla. No necesitas suplementos caros ni protocolos extremos. Una dieta rica en vegetales, fibra y alimentos fermentados es suficiente para apoyar a tu cuerpo en su proceso de recuperación. Con la guía adecuada, es posible sanar desde el intestino y construir una salud más fuerte, sin complicaciones.

Bibliografía

  1. Becattini, S., Taur, Y., & Pamer, E. G. (2016). Antibiotic-induced changes in the intestinal microbiota and disease. Trends in Molecular Medicine, 22(6), 458–478. https://doi.org/10.1016/j.molmed.2016.04.003

  2. Blaser, M. J. (2016). Antibiotic use and its consequences for the normal microbiome. Science, 352(6285), 544–545. https://doi.org/10.1126/science.aad9358

  3. McFarland, L. V. (2015). From yaks to yogurt: The history, development, and current use of probiotics. Clinical Infectious Diseases, 60(suppl_2), S85–S90. https://doi.org/10.1093/cid/civ054

  4. Marco, M. L., Heeney, D., Binda, S., Cifelli, C. J., Cotter, P. D., Foligné, B., … & Hutkins, R. (2017). Health benefits of fermented foods: microbiota and beyond. Current Opinion in Biotechnology, 44, 94–102. https://doi.org/10.1016/j.copbio.2016.11.010

  5. Davani-Davari, D., Negahdaripour, M., Karimzadeh, I., Seifan, M., Mohkam, M., Masoumi, S. J., & Ghasemi, Y. (2019). Prebiotics: Definition, types, sources, mechanisms, and clinical applications. Foods, 8(3), 92. https://doi.org/10.3390/foods8030092

  6. Shin, A., Preidis, G. A., Shulman, R., & Kashyap, P. C. (2018). The Gut Microbiome in Adult and Pediatric Functional Gastrointestinal Disorders. Clinical Gastroenterology And Hepatology, 17(2), 256-274. https://doi.org/10.1016/j.cgh.2018.08.054

  7. Calder, P. C. (2015). Functional roles of fatty acids and their effects on human health. JPEN Journal of Parenteral and Enteral Nutrition, 39(1_suppl), 18S–32S. https://doi.org/10.1177/0148607115595980

  8. Zinöcker, M. K., & Lindseth, I. A. (2018). The Western diet–microbiome-host interaction and its role in metabolic disease. Nutrients, 10(3), 365. https://doi.org/10.3390/nu10030365

  9. Jernberg, C., Löfmark, S., Edlund, C., & Jansson, J. K. (2007). Long-term ecological impacts of antibiotic administration on the human intestinal microbiota. The ISME Journal, 1(1), 56–66. https://doi.org/10.1038/ismej.2007.3


Dormir Bien La Importancia en tu Metabolismo y Alimentación

Dormir bien no solo importa para la concentración o nuestro estado de ánimo. También influye en cómo regulamos el apetito, metabolizamos los nutrientes y tomamos decisiones de qué comer. De hecho, la falta de sueño se ha asociado con un mayor riesgo de aumento de peso, diabetes tipo 2, resistencia a la insulina y desórdenes del apetito. Entender cómo el descansar de noche influye en nuestra salud metabólica es clave para mejorar nuestros hábitos desde lo más básico: dormir mejor.

mujer que no quizo dormir bien¿Qué pasa en tu cuerpo cuando no logras dormir lo suficiente?

Dormir menos de lo necesario altera cómo funciona la parte hormonal, inmunológica y metabólica de nuestro cuerpo. Cuando una persona duerme mal, el cuerpo aumenta la producción de grelina (hormona que estimula el hambre) y disminuye la de leptina (hormona que estimula la saciedad), lo que genera más apetito y preferencia por alimentos energéticamente densos, especialmente dulces y grasas (1).

Además, la falta de sueño reduce la sensibilidad a la insulina, lo que significa que para el cuerpo es más difícil manejar los niveles de glucosa en sangre. Esto puede predisponer a desarrollar resistencia a la insulina, aumentando el riesgo de diabetes tipo 2 incluso en personas jóvenes y aparentemente sanas (2).

Sueño, apetito y decisiones alimentarias

Un mal dormir también afecta la forma en que decidimos qué y cuánto comer. Las regiones cerebrales relacionadas con la recompensa (como el núcleo accumbens) se vuelven más reactivas con estímulos alimentarios cuando dormimos poco, mientras que las regiones que se encargan del autocontrol disminuyen su actividad (3). Esto explica por qué, después de una mala noche, es más probable que optemos por malos snacks, comida rápida y dulces.

Incluso, se ha visto que una sola noche de restricción de sueño puede aumentar el consumo energético en 300-500 calorías al día, especialmente provenientes de carbohidratos refinados y alimentos palatables (4).

Impacto metabólico a largo plazo

Tener un mal sueño de manera crónica está vinculado con una mayor incidencia de obesidad, síndrome metabólico, inflamación crónica de bajo grado, hipertensión y alteraciones en el metabolismo lipídico. Dormir poco no solo promueve una ingesta excesiva de energía, sino que también altera los ritmos circadianos que regulan la función de órganos como el páncreas, el hígado y el tejido adiposo (5).

Además, la falta de sueño altera la producción de cortisol, la hormona del estrés que, en niveles elevados y sostenidos, favorece el almacenamiento de grasa abdominal y el deterioro de la masa muscular (6).

¿Cuánto y cómo deberías dormir?

La mayoría de las guías internacionales recomiendan entre 7 y 9 horas de sueño por noche para adultos sanos. Dormir menos de 6 horas de forma crónica se asocia con mayor riesgo de enfermedades cardiometabólicas. Por otro lado dormir al menos 9 horas diarias y sentir cansancio o sueño, podría ser culpa de una condición de salud subyacente (7).

Además del número de horas, la calidad del sueño también importa. Un sueño muy cortado, superficial o interrumpido tiene efectos similares a dormir poco. Factores como el exceso de luz, el uso de pantallas antes de dormir, el estrés crónico y el consumo de cafeína o alcohol pueden empeorar significativamente la calidad de nuestro sueño (8).

Hábitos para mejorar el sueño y tu metabolismo

Estas acciones pueden ayudarte a dormir mejor, tratando de mejorar tu relación con la comida y tu salud metabólica:

  • Establece horarios regulares de sueño
  • Evita pantallas brillantes al menos 1 hora antes de acostarte
  • Realiza ejercicio físico, pero no justo antes de dormir
  • Reduce la cafeína desde la tarde y evita el alcohol en la noche
  • Crea una rutina nocturna que te relaje: lectura, estiramientos, meditación
  • Asegurate de tener un entorno oscuro, silencioso y fresco para dormir

Sueño y predisposición genética: ¿hay personas más vulnerables?

Ciertas variantes genéticas pueden aumentar la predisposición a los efectos negativos de dormir mal. Por ejemplo, personas con alteraciones en genes como CLOCK, relacionados con los ritmos circadianos, pueden presentar mayores problemas metabólicos ante la falta de sueño. Además, quienes tienen mayor predisposición a poder generar obesidad, como aquellos con variantes del gen FTO, podrían ser más sensibles al impacto metabólico de dormir mal, especialmente si se acompaña de malos hábitos alimentarios (9).

Mynu y el vínculo entre sueño, apetito y salud metabólica

En Mynu entendemos que dormir bien es tan importante como comer bien. Por eso, al analizar tu genética, descanso, tus hábitos diarios y tu patrón alimenticio, podemos ayudarte a identificar cómo el sueño está afectando tu hambre, tu saciedad y tu metabolismo. La inteligencia artificial de Numy, combinada con tus predisposiciones genéticas, te entrega herramientas personalizadas para equilibrar tu alimentación y tu descanso, sin intervenciones extremas ni restricciones innecesarias.

Conclusión

Dormir bien no es un lujo, es una necesidad fisiológica básica. Afecta cómo comemos, cómo regulamos nuestras hormonas y cómo funciona nuestro metabolismo. Si estás intentando mejorar tu alimentación o tu composición corporal, dormir de manera adecuada puede ser uno de los factores más poderosos y muchas veces olvidados para lograrlo. Tomarte en serio el descanso es una inversión directa en tu salud.

Bibliografía

  1. Spiegel, K., Tasali, E., Penev, P., & Van Cauter, E. (2004). Brief communication: Sleep curtailment in healthy young men is associated with decreased leptin levels, elevated ghrelin levels, and increased hunger and appetite. Annals of Internal Medicine, 141(11), 846–850. https://doi.org/10.7326/0003-4819-141-11-200412070-00008
  2. Buxton, O. M., Pavlova, M., Reid, E. W., Wang, W., Simonson, D. C., & Adler, G. K. (2010). Sleep restriction for 1 week reduces insulin sensitivity in healthy men. Diabetes, 59(9), 2126–2133. https://doi.org/10.2337/db09-0699
  3. Greer, S. M., Goldstein, A. N., & Walker, M. P. (2013). The impact of sleep deprivation on food desire in the human brain. Nature Communications, 4(1), 2259. https://doi.org/10.1038/ncomms3259
  4. Nedeltcheva, A. V., Kilkus, J. M., Imperial, J., Kasza, K., Schoeller, D. A., & Penev, P. D. (2009). Sleep curtailment is accompanied by increased intake of calories from snacks. The American Journal of Clinical Nutrition, 89(1), 126–133. https://doi.org/10.3945/ajcn.2008.26574
  5. St-Onge, M. P., Grandner, M. A., Brown, D., Conroy, M. B., Jean-Louis, G., Coons, M., & Bhatt, D. L. (2016). Sleep duration and quality: Impact on lifestyle behaviors and cardiometabolic health: A scientific statement from the American Heart Association. Circulation, 134(18), e367–e386. https://doi.org/10.1161/CIR.0000000000000444
  6. Leproult, R., Copinschi, G., Buxton, O., & Van Cauter, E. (1997). Sleep loss results in an elevation of cortisol levels the next evening. Sleep, 20(10), 865–870. https://doi.org/10.1093/sleep/20.10.865
  7. Watson, N. F., Martin, J. L., Wise, M. S., Carden, K. A., & Curhan, G. C. (2017). Delaying middle school and high school start times is a key factor in reducing adolescent sleep deprivation. Journal of Clinical Sleep Medicine, 13(4), 623–625. https://doi.org/10.5664/jcsm.6558
  8. Chang, A. M., Aeschbach, D., Duffy, J. F., & Czeisler, C. A. (2015). Evening use of light-emitting eReaders negatively affects sleep, circadian timing, and next-morning alertness. Proceedings of the National Academy of Sciences, 112(4), 1232–1237. https://doi.org/10.1073/pnas.1418490112
  9. Noh, J. (2018). The Effect of Circadian and Sleep Disruptions on Obesity Risk. Journal Of Obesity & Metabolic Syndrome, 27(2), 78-83. https://doi.org/10.7570/jomes.2018.27.2.78

Nutrición y Sistema Inmune: ¿Puedo Comer y Enfermarme Menos?

Por muchos años hemos escuchado que una buena alimentación “fortalece el sistema inmune”. Pero ¿qué significa eso realmente? ¿Es verdad que se puede reducir el riesgo de enfermarse sólo a través de la dieta? La respuesta, basada en evidencia científica, es clara: la nutrición no es una protección absoluta contra virus o bacterias, pero sí puede modular de manera significativa la función del sistema inmune y determinar qué tan bien respondemos ante infecciones.

¿Cómo se relacionan la alimentación y el sistema inmune?

El sistema inmunológico o sistema inmune necesita de entrega constante de energía, proteínas, grasas, vitaminas y minerales para funcionar correctamente. La desnutrición, incluso en bajo grado, puede afectar la función de células inmunes, disminuyendo nuestas defensas (1).

Según la FAO y la OMS, el estado nutricional óptimo favorece la inmunidad innata como la adaptativa, mientras que una alimentación pobre en nutrientes esenciales se asocia con mayor incidencia y gravedad de infecciones (2).

Nutrientes esenciales para una buena respuesta inmune

Existen nutrientes que, son respaldados por revisiones sistemáticas y consensos de sociedades científicas, donde se ha visto que son nutrientes fundamentales para ayudar en el soporte inmunológico:

  • Vitamina C: Contribuye con la función de barrera inmunológica y tiene gran capacidad antioxidante. Su deficiencia está asociada a mayor susceptibilidad a infecciones respiratorias (3).
  • Vitamina D: Modula la inmunidad innata y adaptativa. En distintos estudios se ha visto que mantener niveles adecuados se asocia con menor riesgo de infecciones respiratorias agudas (4).
  • Zinc: Participa en la formación de anticuerpos y en la función de células T. La deficiencia de zinc está entre las más comunes a nivel mundial y se vincula con mayor tasa de infecciones, sobre todo en niños y adultos mayores (5).
  • Hierro y Selenio: Ambos son necesarios para la función del sístema inmune. El selenio, además, tiene propiedades antioxidantes que ayudan a controlar el estrés oxidativo durante procesos de infección (6).
  • Ácidos grasos omega-3: Se ha visto que EPA y DHA modulan la respuesta inflamatoria, ayudando a evitar reacciones inmunes descontroladas (7).

¿Comer más de estos nutrientes me protege más?

No necesariamente. Tanto la FAO como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), y otras asociaciones internacionales, coinciden en que el exceso de vitaminas y minerales no ofrece beneficios adicionales, sino todo lo contrario, puede ser muy perjudicial. Lo importante es evitar deficiencias, no exagerar ni hacernos daño por querer fortalecer el sistema inmune sin indicación (8).

La mejor forma de lograrlo es tener una alimentación variada, equilibrada y basada en alimentos reales. Solo en situaciones de riesgo o deficiencias confirmadas se podría evaluar la suplementación, indicada por un profesional.

Alimentos que contribuyen a una mejor inmunidad

No hay alimentos mágicos, pero sí grupos que cuando los comemos habitualmente en la dieta, no pueden ayudar a tener un mejor estado inmunológico:

  • Frutas cítricas y berries: por su contenido de vitamina C, polifenoles y compuestos antioxidantes.
  • Verduras de hoja verde, zapallo y zanahorias: ricas en provitamina A y minerales.
  • Legumbres: fuentes de zinc, hierro y proteínas.
  • Pescados grasos (como salmón, atún o jurel): ricos en omega-3 y vitamina D.
  • Huevos y lácteos fermentados: buena fuente de proteínas, vitamina D y probióticos naturales.
  • Alimentos integrales y fermentados: por su rol en ayudar con un mejor desarrollo de la microbiota intestinal.

¿La microbiota también influye?

Sí. El 70-80% del tejido inmunológico se ve asociado con el intestino. Una microbiota intestinal diversa y equilibrada mejora la función de barrera del intestino, ayuda a regular la inflamación crónica y promueve una respuesta inmune más eficiente. Dietas pobres en fibra y altas en ultraprocesados alteran de manera negativa esta microbiota, debilitando indirectamente el sistema inmune (9).

Grupos de riesgo donde la alimentación importa aún más

Los que tienen que prestar más atención a su alimentación son las personas inmunosuprimidas, adultos mayores, pacientes con enfermedades crónicas y niños pequeños. En estos grupos, los déficits leves de micronutrientes pueden transformarse en infecciones que sean más frecuentes o prolongadas. Las guías clínicas recomiendan evaluar de forma seguida su estado nutricional, especialmente cuando hay periodos de alta circulación viral, como en invierno (10).

Mynu y tu sistema inmune

En Mynu entendemos que cada cuerpo responde de forma distinta al entorno y a los desafíos inmunológicos. Por eso, te ayudamos a construir un plan alimenticio equilibrado y realista que considere tu contexto de vida, tus necesidades nutricionales, tu genética y tus antecedentes. Gracias a la tecnología de Numy y la asesoría profesional personalizada, podemos ayudarte a identificar qué ajustes necesitas para mantener tu sistema inmune bien nutrido y preparado, sin exageraciones ni mitos.

Conclusión

La alimentación no “cura” ni “evita” enfermedades por sí sola, pero sí puede reducir lo vulnerable que puede ser el organismo frente a infecciones y mejorar la calidad de la respuesta inmune. A través de una dieta variada, rica en alimentos reales y adecuada a tus necesidades, puedes tener una base sólida para cuidar tu salud a largo plazo. Y con herramientas como Mynu, hacerlo es más fácil, preciso y sostenible en el tiempo.

Bibliografía:

  1. Calder, P. C., Carr, A. C., Gombart, A. F., & Eggersdorfer, M. (2020). Optimal Nutritional Status for a Well-Functioning Immune System Is an Important Factor to Protect Against Viral Infections. Nutrients, 12(4), 1181. https://doi.org/10.3390/nu12041181
  2. FAO & OMS. (2020). Nutrition advice for adults during the COVID-19 outbreak. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. https://www.fao.org/3/ca8380en/CA8380EN.pdf
  3. Hemilä, H., & Chalker, E. (2013). Vitamin C for preventing and treating the common cold. Cochrane Database of Systematic Reviews, (1). https://doi.org/10.1002/14651858.CD000980.pub4
  4. Martineau, A. R., Jolliffe, D. A., Hooper, R. L., Greenberg, L., Aloia, J. F., Bergman, P.,& Griffiths, C. J. (2017). Vitamin D supplementation to prevent acute respiratory tract infections: systematic review and meta-analysis of individual participant data. https://doi.org/10.1136/bmj.i6583
  5. Wessells, K. R., & Brown, K. H. (2012). Estimating the Global Prevalence of Zinc Deficiency: Results Based on Zinc Availability in National Food Supplies and the Prevalence of Stunting. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0050568
  6. Huang, Z., Rose, A. H., & Hoffmann, P. R. (2012). The Role of Selenium in Inflammation and Immunity: From Molecular Mechanisms to Therapeutic Opportunities. Antioxidants & Redox Signaling, 16(7). https://doi.org/10.1089/ars.2011.4145
  7. Calder, P. C. (2013). n−3 fatty acids, inflammation and immunity: new mechanisms to explain old actions. Proceedings of the Nutrition Society, 72(3), 326–336. https://doi.org/10.1017/S0029665113001031
  8. Turck, D., Bohn, T., Cámara, M., Castenmiller, J., De Henauw, S., Hirsch‐Ernst, K., Jos, A., Maciuk, A.(2024). Guidance for establishing and applying tolerable upper intake levels for vitamins and essential minerals. EFSA Journal, 22(11). https://doi.org/10.2903/j.efsa.2024.9052
  9. Belkaid, Y., & Hand, T. W. (2014). Role of the microbiota in immunity and inflammation. Cell, 157(1), 121–141. https://doi.org/10.1016/j.cell.2014.03.011
  10. Cederholm, T., Barazzoni, R., Austin, P., Ballmer, P., Biolo, G., Bischoff, S. C.,& Singer, P. (2017). ESPEN guidelines on definitions and terminology of clinical nutrition. Clinical Nutrition, 36(1), 49–64. https://doi.org/10.1016/j.clnu.2016.09.004

¿Qué Comer Cuando Tienes Estrés? Cómo comer para Calmarse

El estrés es una respuesta natural del cuerpo que se genera por una demanda o amenaza que tu cuerpo recibe. En su forma aguda, puede ser útil: mejora el enfoque, aumenta la energía y prepara al cuerpo para reaccionar. Pero cuando el estrés se vuelve constante como el que sentimos en períodos de trabajo intenso, exámenes o problemas personales sus efectos dejan de ser para adaptarse y pueden generar algún impacto directamente en nuestra alimentación y salud digestiva.

Mujer con estrés no sabe que comer

Muchas personas notan que bajo estrés cambian sus formas de alimentación: comen más rápido, eligen alimentos ultraprocesados o simplemente olvidan comer. En este blog veremos cómo el estrés afecta al cuerpo desde una perspectiva nutricional y qué estrategias puedes aplicar para mantener una alimentación saludable sin caer en excesos ni restricciones.

¿Cómo afecta el estrés al apetito y al metabolismo?

Cuando el cuerpo está bajo estrés, libera una cascada de hormonas, principalmente cortisol y adrenalina. El cortisol puede aumentar el apetito y la preferencia por alimentos altos en grasas y azúcares, ya que el cuerpo busca energía rápida para “responder” al peligro, aunque este sea un examen o una reunión con nuestro jefe (1).

Además, el estrés puede empeorar la señalización hormonal de la leptina (la hormona de saciedad) y de grelina (la hormona del hambre), promoviendo un apetito menos controlado donde sentimos hambre cuando no necesitamos comer realmente (2).

Sumado a eso, el estrés crónico puede alterar la microbiota intestinal y ralentizar la digestión, generando síntomas como hinchazón, pesadez o incluso diarrea, todo esto complica aún más la relación con la comida (3).

Comer bajo estrés: lo que suele pasar

Algunas respuestas típicas que las personas experimentan ante el estrés son:

  • Comer sin hambre, por ansiedad o cansancio mental.
  • Saltarse comidas por falta de tiempo o apetito.
  • Buscar alimentos reconfortantes, usualmente altos en grasa y azúcar.
  • Sentir molestias digestivas tras las comidas.
  • Sentirse culpable por haber comido mal o en exceso.

Si estos comportamientos, se repiten de forma constante, pueden generar aumentos de peso involuntarios, déficit de nutrientes o trastornos digestivos funcionales (4).

¿Qué comer cuando estás estresado?

A continuación, compartimos estrategias respaldadas por evidencia científica para mantener una alimentación equilibrada, incluso en momentos con mucho estrés:

  • Prioriza comidas ricas en triptófano y magnesio: como huevos, plátano, avena, legumbres y semillas. Ayudan a regular el sistema nervioso y aumentar la síntesis de serotonina, una hormona relacionada con el estado de ánimo (5).
  • Incluye grasas saludables: como palta, nueces, aceite de oliva o pescados grasos. Tienen un rol antiinflamatorio y estabilizan el metabolismo (6).
  • Prefiere carbohidratos complejos: como arroz integral, pan 100% integral o quinoa, que regulan la glucosa, evitan altas y bajas de energía, como también el hambre reactiva (7).
  • Hidrátate bien: incluso la deshidratación leve puede aumentar la sensación de fatiga y hambre. Agua, infusiones o agua con frutas son opciones ideales.
  • No comas con una pantalla: si estás viendo el computador o el celular, es más probable que comas de más. Intenta hacer una pausa real, aunque sea breve.
  • Come algo pequeño si no tienes hambre: un yogur natural con frutas, una sopa, o frutos secos pueden ayudarte sin forzarte a comer grandes porciones.

¿Y si no puedo comer “perfecto”?

Está bien. Comer bajo estrés no se trata de seguir una dieta estricta, sino de aplicar pequeñas decisiones que, sostenidas en el tiempo, marquen la diferencia. Incluso si no puedes hacer todas tus comidas como te gustaría, elegir alimentos reales, sin sellos o pocos sellos, sin listas largas de ingredientes, siempre será mejor que recurrir a comida ultraprocesada (8). La clave está en reconocer el estrés, permitirte adaptarte, y volver a una alimentación equilibrada sin culpa ni rigidez.

Diferenciando estrés de ansiedad alimentaria

A diferencia de la ansiedad, que puede involucrar atracones o conductas impulsivas más graves y desreguladas, el estrés puede generar cambios en el ritmo y calidad de las comidas, pero con menos intensidad. Si bien ambos se pueden dar al mismo tiempo, el enfoque nutricional en el estrés busca acomodar la alimentación sin generar que la carga emocional crezca, más que controlarla de forma estricta.

Mynu: apoyo real cuando tu alimentación se ve afectada

En Mynu sabemos que comer bien en momentos de presión no es fácil. Por eso, nuestro sistema combina análisis genético, nutricional, tecnología adaptativa y seguimiento profesional para ayudarte a construir un plan que se adapte a ti, no al revés. Si estás pasando por una etapa de mucho estrés, podemos ayudarte a identificar tus patrones de alimentación, proponer ajustes realistas y acompañarte con opciones concretas que mejoren tu bienestar sin generar más ansiedad.

Conclusión

El estrés es parte inevitable de la vida. Pero cómo lo enfrentamos y cómo nos alimentamos durante esos momentos es lo que puede marcar una gran diferencia en nuestra salud física y emocional. Incorporar estrategias nutricionales simples, basadas en evidencia, te permitirá mantener el equilibrio y evitar los extremos. Y si necesitas apoyo, en Mynu estamos para ayudarte.

Bibliografía:

  1. Epel, E., Lapidus, R., McEwen, B., & Brownell, K. (2001). Stress may add bite to appetite in women: A laboratory study of stress-induced cortisol and eating behavior. Psychoneuroendocrinology, 26(1), 37–49. https://doi.org/10.1016/S0306-4530(00)00035-4
  2. Adam, T. C., & Epel, E. S. (2007). Stress, eating and the reward system. Physiology & Behavior, 91(4), 449–458. https://doi.org/10.1016/j.physbeh.2007.04.011
  3. Moloney, R. D., Johnson, A. C., O’Mahony, S. M., Dinan, T. G., Greenwood-Van Meerveld, B., & Cryan, J. F. (2016). Stress and the microbiota–gut–brain axis in visceral pain: Relevance to irritable bowel syndrome. CNS Neuroscience & Therapeutics, 22(2), 102–117. https://doi.org/10.1111/cns.12490
  4. Torres, S. J., & Nowson, C. A. (2007). Relationship between stress, eating behavior, and obesity. Nutrition, 23(11-12), 887–894. https://doi.org/10.1016/j.nut.2007.08.008
  5. Kirkland, A. E., Sarlo, G. L., & Holton, K. F. (2018). The Role of Magnesium in Neurological Disorders. Nutrients, 10(6), 730. https://doi.org/10.3390/nu10060730
  6. Calder, P. C. (2015). Functional roles of fatty acids and their effects on human health. JPEN Journal of Parenteral and Enteral Nutrition, 39(1_suppl), 18S–32S. https://doi.org/10.1177/0148607115595980
  7. Wolever, T., & Mehling, C. (2002). High-carbohydrate–low-glycaemic index dietary advice improves glucose disposition index in subjects with impaired glucose tolerance. British Journal Of Nutrition, 87(5), 477-487. https://doi.org/10.1079/bjnbjn2002568
  8. Loth, K. A., MacLehose, R. F., Fulkerson, J. A., Crow, S., & Neumark-Sztainer, D. (2013). Food-Related Parenting Practices and Adolescent Weight Status: A Population-Based Study. PEDIATRICS, 131(5), e1443-e1450. https://doi.org/10.1542/peds.2012-3073

¿Tu Digestión Cambia con los Años?

Tu sistema digestivo no funciona igual cuando tienes 5, 25 o 70 años. A lo largo de la vida, la digestión tiene varios cambios naturales que pueden afectar la forma en que absorbemos nutrientes, toleramos ciertos alimentos o sentimos hambre y saciedad. Adaptar la alimentación a cada etapa no se trata solo de cantidad o calorías, sino de calidad y funcionalidad digestiva. En este blog revisaremos cómo cambia la digestión con la edad y qué ajustes alimentarios puedes hacer en cada etapa para mantener una buena salud digestiva y nutricional.

Digestión en la infancia: un sistema aún en desarrollo

Durante los primeros años de vida, el sistema digestivo y la digestión están en maduración. Las enzimas digestivas (como la lactasa o la amilasa) aún no están completamente desarrolladas en algunos bebés, lo que podría explicar ciertas intolerancias transitorias, como la dificultad para digerir lactosa o ciertos almidones (1).

Además, la microbiota intestinal se está estableciendo y es altamente sensible a los estímulos ambientales, como la lactancia materna, la introducción de alimentos y el uso de antibióticos. Una microbiota saludable en esta etapa es clave para la maduración del sistema inmune y la prevención de alergias alimentarias (2).

 En esta etapa se recomienda:

  • Favorecer lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses.

  • Introducir alimentos de forma progresiva y segura.

  • No dar alimentos ultraprocesados desde temprana edad.

  • Promover alimentos con fibra soluble natural, como frutas cocidas.

Adolescencia y adultez joven: alta demanda y cambios hormonales

Durante la adolescencia, el cuerpo experimenta un crecimiento rápido y cambios hormonales que afectan el apetito, la motilidad intestinal y la regulación del peso. Además, las dietas irregulares, saltarse comidas o el consumo excesivo de snacks pueden provocar molestias digestivas como reflujo, distensión o estreñimiento funcional (3). La microbiota también puede verse alterada por el estrés académico, la mala calidad del sueño o el inicio del consumo de alcohol y cafeína, todos factores comunes en esta etapa.

Recomendaciones clave:

  • Mantener horarios regulares de comida.

  • Incluir alimentos ricos en fibra (avena, legumbres, frutas con cáscara).

  • Evitar ayunos muy prolongados o atracones nocturnos.

  • Cuidar la hidratación y la actividad física.

Adultez media: adaptación al metabolismo y al ritmo de vida

En la adultez media (entre los 35 y 60 años), la tasa metabólica comienza a disminuir progresivamente, y con ello también la tolerancia a comidas muy grasas, frituras o excesos de azúcar. Aparecen con más frecuencia síntomas como reflujo, digestión lenta, o una sensación de pesadez después de comer (4). El tránsito intestinal puede volverse más lento, especialmente si disminuye la actividad física o baja la ingesta de líquidos y fibra.

¿Cómo adaptar la alimentación?

  • Priorizar comidas fáciles de digerir: cocidas, al vapor, sin exceso de grasas

  • Fraccionar las comidas si hay sensación de plenitud rápida

  • Evitar cenar muy tarde o acostarse inmediatamente después de comer

  • Incluir Prebióticos y probióticos si hay síntomas digestivos leves

Vejez y tercera edad: una digestión más vulnerable

Con el envejecimiento, se producen múltiples cambios que afectan la digestión y absorción de nutrientes:

  • Disminuye la secreción de ácido clorhídrico en el estómago (hipoclorhidria), lo que afecta la absorción de hierro, Vitamina B12 y calcio

  • Aumenta la prevalencia de disfagia (dificultad para tragar), estreñimiento y atrofia de las papilas gustativas

  • Puede haber menor producción de enzimas digestivas pancreáticas (5)

Además, muchos adultos mayores toman medicamentos que pueden alteran la microbiota intestinal o la motilidad, lo que genera que aumenten más los síntomas digestivos.

Recomendaciones principales:

  • Preocuparse por una buena masticación (adaptar textura si es necesario).

  • Comer porciones pequeñas y frecuentes.

  • Priorizar alimentos ricos en nutrientes: huevos, pescados, yogurt, frutas blandas.

  • Evaluar con profesional la necesidad de suplementos si hay déficits confirmados.

Mynu: tu digestión también cambia, y nosotros lo tenemos en cuenta

En Mynu entendemos que no existe una sola “dieta ideal” para todos, y mucho menos para todas las edades. Por eso, nuestros planes alimenticios no solo consideran tus requerimientos nutricionales, sino también tu etapa de vida, tu genética, tus síntomas digestivos y tu estilo de vida actual. A través de nuestra tecnología y acompañamiento profesional, puedes tener una guía personalizada que evoluciona contigo y se adapta a lo que tu cuerpo necesita en cada momento.

Conclusión

Nuestra digestión cambia con el tiempo, y eso no es algo malo, sino natural. Reconocer esos cambios y hacer pequeños ajustes en la forma de comer puede marcar una gran diferencia en cómo nos sentimos día a día. No se trata de seguir reglas estrictas, sino de aprender a escuchar el cuerpo y adaptar la alimentación de forma inteligente y consciente.

Bibliografía

  1. Koletzko, B., Baker, S., Cleghorn, G., Neto, U. F., Gopalan, S., Hernell, O., Hock, Q. S., Jirapinyo, P., Lonnerdal, B., Pencharz, P., Pzyrembel, H., Ramirez‐Mayans, J., Shamir, R., Turck, D., Yamashiro, Y., & Zong‐Yi, D. (2005). Global Standard for the Composition of Infant Formula: Recommendations of an ESPGHAN Coordinated International Expert Group. Journal Of Pediatric Gastroenterology And Nutrition, 41(5), 584-599. https://doi.org/10.1097/01.mpg.0000187817.38836.42

  2. Arrieta, M. C., Stiemsma, L. T., Amenyogbe, N., Brown, E. M., & Finlay, B. (2014). The intestinal microbiome in early life: health and disease. Frontiers in Immunology, 5, 427. https://doi.org/10.3389/fimmu.2014.00427

  3. Sperber, A. D., Bangdiwala, S. I., Drossman, D. A., Ghoshal, U. C., Simren, M., Tack, J., … & Whitehead, W. E. (2021). Worldwide prevalence and burden of functional gastrointestinal disorders, results of Rome Foundation Global Study. Gastroenterology, 160(1), 99–114.e3. https://doi.org/10.1053/j.gastro.2020.04.014

  4. Martinsen, T. C., Bergh, K., & Waldum, H. L. (2005). Gastric juice: a barrier against infectious diseases. Basic & Clinical Pharmacology & Toxicology, 96(2), 94-102. https://doi.org/10.1111/j.1742-7843.2005.pto960202.x

  5. Volkert, D., Beck, A. M., Cederholm, T., Cereda, E., Cruz-Jentoft, A. J., Goisser, S., … & Streicher, M. (2019). ESPEN guideline on clinical nutrition and hydration in geriatrics. Clinical Nutrition, 38(1), 10–47. https://doi.org/10.1016/j.clnu.2018.05.024


Ayuno y Concentración: ¿Comer Menos Mejora tu Enfoque?

En los últimos años, el ayuno intermitente se ha hecho muy popular por sus posibles beneficios en la pérdida de peso, la salud metabólica e incluso se ha planteado la longevidad. Sin embargo, un posible beneficio menos conocido pero cada vez más mencionado es su supuesto impacto positivo en la concentración, la claridad mental y el enfoque sostenido. ¿Pero qué tan cierto es esto desde el punto de vista científico?

En este blog, revisamos qué dice la evidencia sobre la relación entre el ayuno, el funcionamiento del cerebro y el rendimiento cognitivo. ¿Realmente comer en una ventana más pequeña del día puede ayudarte a pensar con mayor claridad?

hombre en ayuno con hambre ¿Qué es el ayuno intermitente?

El ayuno intermitente es un patrón de alimentación, consiste en periodos de ingesta y periodos de ayuno dentro del mismo día. Los formatos más comunes incluyen el 16:8 (16 horas de ayuno y 8 horas para comer), el 14:10 o incluso el 20:4, donde la persona concentra su alimentación en una ventana reducida de 4 horas. 

Estos métodos no implican dejar de comer por días completos, sino simplemente reorganizar los horarios de las comidas. Durante el ayuno, el cuerpo pasa de utilizar principalmente glucosa como fuente de energía a tomar las grasas y producir cuerpos cetónicos (moléculas que el cerebro puede usar como combustible) (1).

¿Cómo responde el cerebro al ayuno?

Se ha visto que, durante el ayuno, el cerebro se puede beneficiar de un aumento en la producción de BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), una proteína que ayuda en la plasticidad neuronal y la memoria (2). Además, algunos cuerpos cetónicos, pueden actuar como una fuente energética eficiente para las neuronas y posiblemente reducir la inflamación de las neuronas (3).

Esto ha llevado a la hipótesis de que el ayuno podría mejorar la claridad mental y la capacidad de concentración, principalmente en condiciones de bajo estrés metabólico.

¿Qué dice la evidencia clínica?

Si bien muchos estudios sobre ayuno se enfocan en la pérdida de peso o el control de la glicemia (azúcar en sangre), algunos han evaluado funciones cognitivas como la atención, la memoria y el rendimiento ejecutivo.

Los hallazgos son mixtos:

  • Algunos estudios muestran una mejora en la atención sostenida y mejor rendimiento en tareas cognitivas simples durante el ayuno, especialmente en personas jóvenes y sanas (4).
  • Otros estudios no encuentran diferencias significativas o incluso reportan disminución del rendimiento cognitivo cuando el ayuno es muy prolongado, o si se acompaña de déficit calórico importante (5).
  • Las mejoras cognitivas parecen más consistentes en las primeras horas del día, cuando el ayuno es mejor tolerable y el nivel de cetonas es estable.

En general, se cree que los efectos pueden depender de factores como el nivel de adaptación al ayuno, la duracion de este y del tipo de tareas cognitivas.

¿En qué casos puede ayudarte a concentrarte más?

Si tu rutina diaria incluye muchas decisiones rápidas, trabajo intelectual y horas de pantalla, el ayuno podría ayudarte a:

  • Reducir la somnolencia luego de comer (esa pesadez o “bajón” después de almorzar)
  • Evitar subidas y bajadas agresivas de glucosa que podrían disminuir el enfoque
  • Minimizar distracciones asociadas al picoteo constante
  • Mejorar la claridad mental en las mañanas si estás adaptado al ayuno

Sin embargo, es clave que el ayuno no genere déficit de energía, deshidratación o fatiga, ya que eso afectaría negativamente la función cognitiva (6).

¿Y cuándo puede jugar en contra?

Hay contextos en los que ayunar puede afectar negativamente la concentración:

  • Personas con alta carga física o estrés prolongado
  • Estudiantes en época de exámenes que requieren memoria sostenida
  • Personas que duermen mal o que no están acostumbradas al ayuno
  • Situaciones donde el ayuno se acompaña de desnutrición o baja ingesta de proteínas

Además, en personas con antecedentes de trastornos de la conducta alimentaria, el ayuno puede generar ciclos de restricción-compensación o desregulación emocional (7).

¿Qué tener en cuenta si decides probarlo?

Si decides probar con el ayuno para mejorar tu enfoque, considera estas estrategias prácticas:

  • Mantén una buena hidratación durante el ayuno (agua, infusiones sin azúcar)
  • Rompe el ayuno con alimentos ricos en proteína y grasas saludables
  • Evita empezar con ventanas muy restrictivas (como 20:4), especialmente si haces mucho ejercicio o no estas acostumbrado a ventanas de alimentacion 
  • Escucha a tu cuerpo: si notas fatiga, irritabilidad o baja concentración, come
  • No lo combines con entrenamiento intenso sin acompañamiento nutricional

Mynu y el enfoque que sí se adapta a ti

En Mynu no promovemos ayunos genéricos ni soluciones extremas. Lo que hacemos es analizar tu contexto, tus hábitos, tu genética y tus metas para ofrecerte un plan alimenticio personalizado. Si el ayuno intermitente se adapta a tu vida y te ayuda a concentrarte mejor, lo podemos llevar de forma segura y supervisada. Si no es para ti, podemos ayudarte a buscar tu mejor estrategia nutricional que se adapte a tus ritmos y necesidades reales.

Conclusión

El ayuno intermitente podría mejorar el enfoque en algunas personas, especialmente si está bien implementado y acompañado de una alimentación adecuada. Pero, no es una fórmula mágica, y sus efectos varían mucho según la persona, el contexto y el tipo de actividad mental y física que realices. La mejor estrategia es la que funciona para ti, sin sacrificar tu salud ni tu energía. Y para encontrarla, contar con apoyo profesional y herramientas personalizadas como Mynu puede hacer toda la diferencia.

Bibliografía

  1. Mattson, M. P., Longo, V. D., & Harvie, M. (2017). Impact of intermittent fasting on health and disease processes. Ageing Research Reviews, 39, 46–58. https://doi.org/10.1016/j.arr.2016.10.005
  2. Lee, J., Duan, W., & Mattson, M. P. (2002). Evidence that brain-derived neurotrophic factor is required for basal neurogenesis and mediates, in part, the enhancement of neurogenesis by dietary restriction. Journal of Neurochemistry, 82(6), 1367–1375. https://doi.org/10.1046/j.1471-4159.2002.01085.x
  3. Newman, J. C., & Verdin, E. (2014). Ketone bodies as signaling metabolites. Trends in Endocrinology & Metabolism, 25(1), 42–52. https://doi.org/10.1016/j.tem.2013.09.002
  4. Gabel, K., Hoddy, K. K., Haggerty, N., Song, J., Kroeger, C. M., Trepanowski, J. F., … & Varady, K. A. (2018). Effects of 8-hour time restricted feeding on body weight and metabolic disease risk factors in obese adults: a pilot study. Nutrition and Healthy Aging, 4(4), 345–353. https://doi.org/10.3233/NHA-170036
  5. Lieberman, H. R., Farina, E. K., Caldwell, J., Williams, K. W., Thompson, L. A., Niro, P. J., Grohmann, K. A., & McClung, J. P. (2016). Cognitive function, stress hormones, heart rate and nutritional status during simulated captivity in military survival training. Physiology & Behavior, 165, 86-97. https://doi.org/10.1016/j.physbeh.2016.06.037
  6. Benton, D., & Donohoe, R. T. (1999). The effects of nutrients on mood. Public Health Nutrition, 2(3a), 403-409. https://doi.org/10.1017/s1368980099000555
  7. Tylka, T. L., & Kroon Van Diest, A. M. (2013). The Intuitive Eating Scale–2: Item refinement and psychometric evaluation with college women and men. Journal of Counseling Psychology, 60(1), 137–153. https://doi.org/10.1037/a0030893

Recuperación y Nutrición: Qué Comer Después de Enfermarte

La alimentación tiene un rol fundamental en la recuperación física y de tu metabolismo tras una enfermedad o cirugía. En estos contextos, el cuerpo necesita más energía y nutrientes, para reparar tejidos y disminuir la inflamación, restaurando el funcionamiento normal del cuerpo. Sin una nutrición adecuada, la recuperación puede verse comprometida, aumentando las complicaciones y generando pérdida de musculatura.

Mujer en proceso de Recuperación¿Por qué cambia la necesidad nutricional durante la recuperación?

Según las guías clínicas de la European Society for Clinical Nutrition and Metabolism (ESPEN) y la American Society for Parenteral and Enteral Nutrition (ASPEN), el cuerpo entra en un estado hipercatabólico frente al estrés fisiológico cuando estamos enfrentando una recuperación, o sea, empieza a gastar más energía por algún problema de salud. Este estado se produce ya que el cuerpo altera la forma en la que procesa los carbohidratos y grasas, además de requerir más energía para reparar tejidos y evitar la pérdida de proteínas en los músculos. (1). Esto se puede ver, por ejemplo, después de una cirugía mayor, una infección, una hospitalización larga o cuando hay fiebre y deshidratación.

Además, durante la fase más aguda de la recuperación puede haber inapetencia, náuseas o síntomas digestivos que dificultan alcanzar una buena alimentación, generando riesgo de desnutrición si no se aborda precozmente (2).

Nutrientes clave para la reparación y recuperación

Existen ciertos nutrientes con una fuerte evidencia y que han sido identificados como fundamentales en la recuperación post-enfermedad o post-operatoria:

  • Proteínas: Son esenciales para la síntesis de colágeno, la cicatrización de tejidos y la preservación de masa muscular. Las guías ESPEN recomiendan entre 1.2 y 2.0 g/kg/día de proteína para adultos en recuperación, dependiendo de la severidad del caso (3).
  • Energía suficiente: Sin un adecuado aporte calórico, el cuerpo utiliza proteínas como fuente energética, haciendo que la regeneración se dificulte. Las recomendaciones varían entre 25-35 kcal/kg/día en la mayoría de los pacientes clínicos (4).
  • Omega-3 (EPA y DHA): En algunos casos, especialmente en cirugías digestivas o pacientes con respuesta inflamatoria exagerada, los omega-3 pueden modular la inflamación y mejorar parámetros inmunológicos (5).
  • Zinc y vitamina C: Son vitaminas y minerales que ayudan en el proceso de cicatrización y sístema innmune. Si bien no se recomienda su suplementación universal, es fundamental asegurar su aporte a través de los alimentos basado en las necesidades de cada persona (6).
  • Vitamina D: Tiene que ver con el sístema inmune y la fuerza muscular, debe mantenerse dentro de rangos normales, especialmente en pacientes hospitalizados o con movilidad reducida (7).

¿Qué alimentos priorizar durante la recuperación?

Una dieta con todos los nutrientes y de fácil digestión es clave en esta etapa. Estas son recomendaciones generales respaldadas por guías clínicas para pacientes ambulatorios en recuperación:

  • Fuentes de proteína de alta calidad: huevos, pescado, pollo, pavo, legumbres cocidas con cereales, lácteos fermentados como yogur o kéfir si no hay inmunosupresión.

  • Verduras cocidas o al vapor: aportan fibra soluble, antioxidantes y micronutrientes sin irritar el tracto digestivo.

  • Frutas suaves o cocidas: como plátano, manzana, pera, durazno.

  • Grasas saludables: aceite de oliva extra virgen, palta, nueces molidas o mantequillas naturales de frutos secos.

  • Hidratación constante: agua, infusiones suaves, caldos naturales bajos en sodio.

Cuidados prácticos al reintroducir la alimentación

Durante los primeros días post-enfermedad o tras el alta hospitalaria, es importante:

  • Comer porciones pequeñas, frecuentes y bien toleradas.
  • Evitar alimentos ultraprocesados, altos en grasa o con mucha fibra.
  • Progresar desde preparaciones más blandas o livianas hacia una alimentación completa.
  • Consultar con un nutricionista si se sospechan síntomas digestivos persistentes, pérdida de peso involuntaria o bajo apetito por más de 5 días.

¿Es necesario un suplemento nutricional?

Las guías clínicas recomiendan evaluar el uso de suplementos orales (como módulos proteicos, suplementos hipercalóricos o mixtos) solo si el paciente no logra cubrir sus recesidades con la alimentación habitual. El uso de suplementos debe estar supervisado por un profesional de salud capacitado, nunca automedicado (8).

Conclusión

La nutrición durante la recuperación no es un detalle menor: es un factor terapéutico clave. Asegurar un buen aporte de energía, proteínas, vitaminas y minerales específicos puede marcar la diferencia entre una recuperación prolongada y una exitosa. Con estrategias prácticas, acompañamiento profesional, es posible apoyar al cuerpo de forma segura y eficaz en el proceso de sanar.

Bibliografía:

  1. McClave, S. A., Taylor, B. E., Martindale, R. G., Warren, M. M., Johnson, D. R., Braunschweig, C., … & the ASPEN Board of Directors. (2016). Guidelines for the provision and assessment of nutrition support therapy in the adult critically ill patient: Society of Critical Care Medicine and American Society for Parenteral and Enteral Nutrition. Journal of Parenteral and Enteral Nutrition, 40(2), 159–211. https://doi.org/10.1177/0148607115621863
  2. Singer, P., Blaser, A. R., Berger, M. M., Alhazzani, W., Calder, P. C., Casaer, M. P.,& van Zanten, A. R. H. (2019). ESPEN guideline on clinical nutrition in the intensive care unit. Clinical Nutrition, 38(1), 48–79. https://doi.org/10.1016/j.clnu.2018.08.037
  3. Deutz, N. E. P., Bauer, J. M., Barazzoni, R., Biolo, G., Boirie, Y., Bosy-Westphal, A.,& Singer, P. (2014). Protein intake and exercise for optimal muscle function with aging: Recommendations from the ESPEN Expert Group. Clinical Nutrition, 33(6), 929–936. https://doi.org/10.1016/j.clnu.2014.04.007
  4. Weimann, A., Braga, M., Carli, F., Higashiguchi, T., Hübner, M., Klek, S., Laviano, A., Ljungqvist, O., Lobo, D. N., Martindale, R. G., Waitzberg, D., Bischoff, S. C., & Singer, P. (2021). ESPEN practical guideline: Clinical nutrition in surgery. Clinical Nutrition, 40(7), 4745-4761. https://doi.org/10.1016/j.clnu.2021.03.031
  5. Calder, P. C. (2017). Omega-3 fatty acids and inflammatory processes: from molecules to man. Biochemical Society Transactions, 45(5), 1105–1115. https://doi.org/10.1042/BST20160474
  6. FAO/WHO. (2004). Vitamin and mineral requirements in human nutrition (2nd ed.). World Health Organization. https://www.who.int/publications/i/item/9241546123
  7. Bouillon, R., Marcocci, C., Carmeliet, G., Bikle, D., White, J. H., Dawson-Hughes, B., … & Lips, P. (2019). Skeletal and extra-skeletal actions of vitamin D: Current evidence and outstanding questions. Endocrine Reviews, 40(4), 1109–1151. https://doi.org/10.1210/er.2018-00126
  8. Volkert, D., Beck, A. M., Cederholm, T., Cereda, E., Cruz-Jentoft, A., Goisser, S., … & Streicher, M. (2019). ESPEN guideline on clinical nutrition and hydration in geriatrics. Clinical Nutrition, 38(1), 10–47. https://doi.org/10.1016/j.clnu.2018.05.024

Regulación del Hambre y la Saciedad: Cómo Entrenar tu Apetito

Controlar el apetito y sentirnos satisfechos después de comer puede sonar fácil, pero para muchas personas es una tarea difícil de lograr. Sensaciones seguidas de hambre, comer en exceso o sentir que nunca alcanzamos una verdadera saciedad son problemas frecuentes que pueden llevarnos a un ciclo frustrante. Sin embargo, la regulación del apetito no depende únicamente de fuerza de voluntad, sino de complejas interacciones hormonales, fisiológicas y comportamentales que podemos aprender a manejar.

mujer sin saciedad¿Qué es la regulación del apetito?

El apetito es una sensación que nos mueve a buscar comida y puede dividirse en dos componentes clave: hambre y saciedad. El hambre es la señal fisiológica que nos dice cuando comer, mientras que la saciedad es lo que nos dice cuándo detener la ingesta, cuando ya hemos comido suficiente. Estas sensaciones están reguladas por un sistema neuroendocrino que involucra hormonas, señales neuronales y la interacción con nuestro entorno alimentario.

Hormonas claves en la regulación del apetito

La regulación del apetito es principalmente por la acción coordinada de varias hormonas:

  • Grelina: Conocida como la “hormona del hambre”, se libera principalmente en el estómago cuando estamos en ayuno, enviando señales al cerebro para activar el apetito.
  • Leptina: Producida por las células grasas, su función principal es bajar el apetito y decirle al cerebro que ya tenemos suficiente energía, ayudando a regular el peso corporal a largo plazo.
  • Péptido YY y GLP-1: Son hormonas intestinales liberadas después de comer, especialmente en respuesta a alimentos ricos en fibra y proteína, promoviendo una fuerte sensación de saciedad (1).

¿Por qué fallan nuestros mecanismos de saciedad?

Distintos factores pueden alterar esta regulación, generando sensación constante de hambre o dificultad para sentirse satisfecho:

  • Consumo excesivo de alimentos ultraprocesados: Estos alimentos suelen ser altos en grasas, azúcares simples y bajos en fibra, generando menos liberación de hormonas de saciedad (2).

  • Comer muy rápido: Al comer rápido, el cerebro no recibe a tiempo las señales hormonales de saciedad, provocando sobreconsumo (3).

  • Privación del sueño: Dormir poco puede desregular las hormonas del apetito, aumentando la grelina y disminuyendo la leptina, generando mayor apetito (4).

Cómo entrenar tu apetito para mejorar tu saciedad

Afortunadamente, podemos entrenar nuestro apetito con hábitos específicos respaldados por evidencia científica:

  • Prioriza alimentos altos en fibra y proteínas: Estos alimentos incrementan la liberación de hormonas como GLP-1 y Péptido YY, mejorando significativamente la sensación de saciedad (5).

  • Come lentamente y mastica bien: Dedicar más tiempo a masticar cada bocado da espacio para que el cerebro registre correctamente las señales hormonales de saciedad (6).

  • Respeta horarios de alimentación regulares: Comer a horas similares cada día ajusta nuestro reloj biológico y mejora la regulación hormonal del apetito (7).

  • Duerme adecuadamente: Dormir entre 7 y 9 horas por noche optimiza la regulación hormonal del hambre y la saciedad, reduciendo el riesgo de comer en exceso (8).

  • Practica alimentación consciente (Mindful eating): Comer con atención plena ayuda a reconocer señales internas de hambre y saciedad, evitando sobrealimentación emocional (9).

Patologías relacionadas con la regulación alterada del apetito

Una regulación alterada del hambre y saciedad puede llevar a distintas patologías metabólicas y trastornos alimenticios, incluyendo obesidad, resistencia a la insulina y síndrome metabólico. Se ha visto que también existe una interacción entre predisposición genética y ambiente, afectando especialmente genes como el FTO y MC4R, involucrados en la regulación del apetito. Personas con variantes en estos genes pueden tener mayor susceptibilidad a alteraciones del apetito y requerir enfoques más personalizados en su alimentación (10).

Mynu y el control personalizado del apetito

En Mynu entendemos que controlar el apetito va más allá de dietas restrictivas o fuerza de voluntad. Nuestra plataforma utiliza inteligencia artificial avanzada, un análisis de tus hábitos alimenticios y necesidades personales para crear planes alimenticios diseñados específicamente para ti. Identificando genes que influyen en tu regulación hormonal del apetito, como patrones de sueño, elección de alimentos y hábitos diarios, Mynu puede ofrecerte herramientas efectivas para mejorar tu saciedad, reducir el hambre constante y mantener un peso saludable sin frustraciones.

Conclusión

El hambre y la saciedad son procesos biológicos complejos pero entrenables. Mejorar tu control del apetito no solo te ayudará a mantener un peso saludable, sino que también puede aumentar tu bienestar emocional y físico. Al incorporar estrategias prácticas como elegir alimentos saciantes, comer con atención plena y mantener horarios regulares, junto con un descanso adecuado, puedes lograr un mejor control del apetito. Y con el apoyo personalizado de herramientas como Mynu, estás un paso más cerca de una relación más saludable y armoniosa con la comida.

Bibliografía

  1. Steinert, R. E., Feinle-Bisset, C., Asarian, L., Horowitz, M., Beglinger, C., & Geary, N. (2016). Ghrelin, CCK, GLP-1, and PYY(3–36): Secretory Controls and Physiological Roles in Eating and Glycemia in Health, Obesity, and After RYGB. Physiological Reviews, 97(1), 411-463. https://doi.org/10.1152/physrev.00031.2014

  2. Hall, K. D., Ayuketah, A., Brychta, R., Cai, H., Cassimatis, T., Chen, K. Y., … & Zhou, M. (2019). Ultra-Processed Diets Cause Excess Calorie Intake and Weight Gain: An Inpatient Randomized Controlled Trial of Ad Libitum Food Intake. Cell Metabolism, 30(1), 67–77. https://doi.org/10.1016/j.cmet.2019.05.008
  3. Robinson, E., Almiron-Roig, E., Rutters, F., de Graaf, C., Forde, C. G., Tudur Smith, C., … & Jebb, S. A. (2014). A systematic review and meta-analysis examining the effect of eating rate on energy intake and hunger. The American Journal of Clinical Nutrition, 100(1), 123–151. https://doi.org/10.3945/ajcn.113.081745
  4. Taheri, S., Lin, L., Austin, D., Young, T., & Mignot, E. (2004). Short sleep duration is associated with reduced leptin, elevated ghrelin, and increased body mass index. PLoS Medicine, 1(3), e62. https://doi.org/10.1371/journal.pmed.0010062
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  6. Andrade, A. M., Greene, G. W., & Melanson, K. J. (2008). Eating slowly led to decreases in energy intake within meals in healthy women. Journal of the American Dietetic Association, 108(7), 1186–1191. https://doi.org/10.1016/j.jada.2008.04.026
  7. Hutchison, A. T., & Heilbronn, L. K. (2016). Metabolic impacts of altering meal frequency and timing–does when we eat matter? Biochimie, 124, 187–197. https://doi.org/10.1016/j.biochi.2015.07.025
  8. Chaput, J. P., Després, J. P., Bouchard, C., & Tremblay, A. (2012). The association between sleep duration and weight gain in adults: A 6-year prospective study from the Quebec Family Study. Sleep, 31(4), 517–523. https://doi.org/10.1093/sleep/31.4.517
  9. Warren, J. M., Smith, N., & Ashwell, M. (2017). A structured literature review on the role of mindfulness, mindful eating and intuitive eating in changing eating behaviours. Nutrition Research Reviews, 30(2), 272–283. https://doi.org/10.1017/S0954422417000154
  10. Loos, R. J., & Yeo, G. S. (2022). The genetics of obesity: from discovery to biology. Nature Reviews Genetics, 23(2), 120–133. https://doi.org/10.1038/s41576-021-00414-z

¿Por Qué Me Dan Ganas de Comer Dulce Todo el Tiempo?

Es súper común experimentar antojos de alimentos dulces, pero cuando estos no paran de aparecer o son muy difíciles de controlar, pueden afectar nuestra salud y bienestar. Entender lo que está detrás de estos antojos es fundamental para abordarlos de la manera más efectiva posible.

Cosas dulceCausas Fisiológicas de los Antojos de Dulce

Los antojos de dulce se pueden ver o estar relacionados por distintos factores fisiológicos. La desregulación del azúcar/glucosa en sangre es uno de ellos. Consumir alimentos altos en azúcares simples causa alzas rápidas de glucosa, seguidos por una caída rápida, pudiendo provocar una sensación como de necesitar consumir más azúcar para restablecer los niveles energéticos (1).

Además, los desequilibrios en hormonas tienen un rol clave. Hormonas como la insulina, la leptina y la grelina regulan el apetito, la saciedad y el metabolismo energético. Cuando estas hormonas no están ajustadas, especialmente en personas con resistencia a la insulina o alteraciones en la leptina, los antojos por alimentos dulces pueden aumentar considerablemente (2).

Por otra parte, la falta de un buen sueño altera notablemente la regulación hormonal relacionada al hambre y la saciedad. Se ha visto que quienes duermen poco tienen niveles elevados de grelina (hormona del hambre) y niveles bajos de leptina (hormona de la saciedad), lo cual aumenta la preferencia y el consumo de alimentos ricos en azúcar (3).

Factores Emocionales y Psicológicos

El estrés, la ansiedad y otros estados emocionales pueden llevar al consumo de alimentos dulces como mecanismo de afrontamiento. Este fenómeno es conocido como “hambre emocional” y se asocia mucho con la búsqueda de alimentos reconfortantes, principalmente dulces, que temporalmente elevan los niveles de serotonina y dopamina, neurotransmisores involucrados en la sensación de bienestar (4).

Impacto de la Dieta y Hábitos Alimentarios

De que manera esta compuesta tu dieta diaria influye directamente en los antojos. Dietas bajas en proteínas y fibra pueden no aportar suficiente saciedad, lo que incrementa el apetito entre comidas, pudiendo llevar a buscar alimentos altamente calóricos y ricos en azúcar. Además, saltarse comidas o mantener horarios irregulares puede generar una caída en tu sensación de energía y mayor predisposición a consumir dulces para recuperar rápidamente esa energía (5).

Estrategias para Manejar los Antojos de Dulce

Para bajar los antojos de dulce, considera las siguientes estrategias respaldadas científicamente:

  • Incluir proteínas y fibra en cada comida: Estos nutrientes son claves para tratar de lograr una saciedad prolongada, manteniendo estable la glucosa y evitando caídas de sensación energética bruscas (6).

  • Mantener horarios regulares de alimentación: Comer a intervalos regulares previene fluctuaciones drásticas en la glucosa, lo que ayuda a controlar el apetito (7).

  • Dormir adecuadamente: Lograr entre 7-9 horas de sueño ayuda a normalizar las hormonas del apetito y reduce significativamente los antojos (8).

  • Practicar técnicas de manejo del estrés: Métodos como la meditación, el ejercicio regular o técnicas de relajación pueden disminuir el comer emocional asociado al estrés (9).

Enfermedades por Exceso de Azúcar y Genética

El consumo frecuente y excesivo de azúcar, junto con malos hábitos alimentarios, puede llevar al desarrollo de diversas patologías metabólicas y cardiovasculares. Entre ellas destacan la resistencia a la insulina, la diabetes tipo 2, la obesidad abdominal, la enfermedad del hígado graso no alcohólico y las enfermedades cardiovasculares. Aunque estos problemas están relacionados directamente con el estilo de vida, existen factores genéticos que predisponen a algunas personas a tener un riesgo mayor. Por ejemplo, ciertas variantes en genes como el TCF7L2 o el CDKN2A/2B se asocian con una mayor susceptibilidad al desarrollo de obesidad y diabetes tipo 2 cuando se combinan con dietas altas en azúcares simples y hábitos sedentarios (10). Entender esta interacción es importante para empezar a adoptar hábitos preventivos personalizados y evitar complicaciones a largo plazo.

Mynu y el Control de los Antojos de Dulce

En Mynu, comprendemos que los antojos de azúcar no son simplemente una cuestión de fuerza de voluntad, sino el resultado de una compleja interacción entre factores fisiológicos, emocionales y de estilo de vida. Nuestra plataforma utiliza inteligencia artificial y análisis genéticos personalizados para ayudarte a identificar las posibles causas de tus antojos y desarrollar estrategias efectivas para manejarlos. Con un plan alimenticio adaptado a tus necesidades y objetivos, puedes reducir los antojos de dulce y mejorar tu bienestar general.

Conclusión

Los antojos de alimentos dulces son una experiencia común, pero cuando se vuelven muy regulares, es importante abordar las causas. Al comprender los factores fisiológicos, emocionales y de estilo de vida que contribuyen a estos deseos, y al implementar estrategias efectivas, es posible reducir los antojos y mejorar la relación con la comida. Con el apoyo adecuado, como el que ofrece Mynu, puedes tomar el control de tus hábitos alimentarios y avanzar hacia una vida más saludable.

Bibliografía

  1. Ludwig, D. S., Hu, F. B., Tappy, L., & Brand-Miller, J. (2018). Dietary carbohydrates: role of quality and quantity in chronic disease. BMJ, 361, k2340. https://doi.org/10.1136/bmj.k2340

  2. Yu, J. H., Kim, M. S. (2012). Molecular mechanisms of appetite regulation. Diabetes & Metabolism Journal, 36(6), 391–398. https://doi.org/10.4093/dmj.2012.36.6.391

  3. Spiegel, K., Tasali, E., Leproult, R., & Van Cauter, E. (2009). Effects of poor and short sleep on glucose metabolism and obesity risk. Nature Reviews Endocrinology, 5(5), 253–261. https://doi.org/10.1038/nrendo.2009.23

  4. Gibson, E. L. (2006). Emotional influences on food choice: sensory, physiological and psychological pathways. Physiology & Behavior, 89(1), 53–61. https://doi.org/10.1016/j.physbeh.2006.01.024

  5. Leidy, H. J., Clifton, P. M., Astrup, A., Wycherley, T. P., Westerterp-Plantenga, M. S., Luscombe-Marsh, N. D., … & Mattes, R. D. (2015). The role of protein in weight loss and maintenance. The American Journal of Clinical Nutrition, 101(6), 1320S–1329S. https://doi.org/10.3945/ajcn.114.084038

  6. Chambers, L., McCrickerd, K., & Yeomans, M. R. (2015). Optimising foods for satiety. Trends in Food Science & Technology, 41(2), 149–160. https://doi.org/10.1016/j.tifs.2014.10.007

  7. Hutchison, A. T., Heilbronn, L. K. (2016). Metabolic impacts of altering meal frequency and timing–does when we eat matter? Biochimie, 124, 187–197. https://doi.org/10.1016/j.biochi.2015.07.025

  8. Chaput, J. P., & Tremblay, A. (2012). Insufficient sleep as a contributor to weight gain: an update. Current Obesity Reports, 1(4), 245–256. https://doi.org/10.1007/s13679-012-0026-7

  9. O’Reilly, G. A., Cook, L., Spruijt-Metz, D., & Black, D. S. (2014). Mindfulness-based interventions for obesity-related eating behaviours: a literature review. Obesity Reviews, 15(6), 453–461. https://doi.org/10.1111/obr.12156

  10. Franks, P. W., & McCarthy, M. I. (2016). Exposing the exposures responsible for type 2 diabetes and obesity. Science, 354(6308), 69–73. https://doi.org/10.1126/science.aaf5094


contar calorias

¿Se Puede Comer Bien sin Contar Calorías?

Contar calorías ha sido una recomendación por muchas décadas, es una de las estrategias más usadas para bajar de peso o mantener una "alimentación saludable". Sin embargo, contar calorías se ha vuelto cada vez más cuestionado por la ciencia y por profesionales de la salud. ¿Realmente es necesario registrar constantemente cada una de las calorías para comer bien? ¿O es posible alcanzar un equilibrio nutricional sin requerir de contar las calorías en cada comida? En este blog analizaremos lo que dice la evidencia científica sobre este tema, desmontando mitos y ofreciendo alternativas prácticas basadas en fisiología y hábitos sostenibles.

El origen de la obsesión por las calorías

Las calorías son una unidad de energía, y si lo miramos desde un lado físico, el balance de calorías sigue siendo la base: si consumes más calorías de las que gastas, acumulas energía; si consumes menos, pierdes peso. Sin embargo, reducir toda la complejidad de la alimentación humana a una simple fórmula de “ contar calorías que entran versus calorías que salen” es una simplificación muy grande.  No todas las calorías vienen acompañadas de lo mismo lo que genera que cosas como la calidad de la dieta, el tipo de alimento, la microbiota intestinal, el gasto energético y la saciedad influyan enormemente en el resultado final (1).

¿Contar calorías funciona a largo plazo?

La mayoría de las personas que intentan contar calorías de una forma más estricta pueden lograr una pérdida de peso al principio. Sin embargo, se ha visto que este enfoque es difícil de mantener a largo plazo. Se vio que el 80-95% de las personas que pierden peso contando calorías recuperan parte o todo el peso en un plazo de 1 a 5 años (2). El motivo no solo es psicológico, sino también fisiológico: el cuerpo entiende la restricción calórica y genera mecanismos que reducen el gasto energético, aumentan la sensación de hambre y promueve la recuperación del peso que se perdió (3).

No todas las calorías son iguales

Uno de los problemas centrales del conteo calórico es que no diferencia entre la calidad de las calorías. Una caloría proveniente de una bebida azucarada no se comporta igual que una de un puñado de nueces. Las calorías provenientes de alimentos ultraprocesados generan menos saciedad, mayor respuesta de insulina y favorecen el sobreconsumo, mientras que las provenientes de alimentos ricos en fibra, proteínas y grasas saludables se digieren más lentamente, aumentan la saciedad y estabilizan la glucosa en sangre (4). Esto se conoce como “calidad calórica”, y tiene un impacto directo en la regulación del apetito y el peso corporal.

La saciedad como brújula

Una estrategia respaldada por evidencia es enfocarse en alimentos que naturalmente generan más saciedad, quiere decir, que ayudan a comer menos comida  sin necesitar de contar todas las calorías. Un estudio uso el concepto de “índice de saciedad” y mostró que alimentos como las papas cocidas, el pescado, la avena y las legumbres generan mucho más "control del apetito" que cierto pan blanco, los cereales azucarados o las galletas (5). Aprender a elegir alimentos más saciantes y comer de una manera consciente puede ser más efectivo que contar calorías en cada comida.

El problema de la subestimación calórica

Incluso si alguien decidiera contar calorías, hacerlo perfecto es prácticamente imposible. Se ha demostrado que las personas por lo general subestiman lo que comen en un promedio de 20 a 30%, principalmente cuando se trata de snacks, salsas, bebidas y porciones grandes (6). Además, las etiquetas nutricionales tienen un margen de error legal de hasta un 20%. Esto hace que el conteo calórico sea una herramienta limitada y que muchas veces genere más frustración que resultados reales.

Alimentación consciente y patrones saludables

En vez de contar calorías, cada vez más nutricionistas y profesionales de la salud recomiendan estrategias que se fijan en el comportamiento alimentario. El enfoque de alimentación consciente (mindful eating) ha logrado beneficios en la reducción de un atracón, la ansiedad alimentaria y el control del peso. Este método invita a comer con atención, escuchando las señales de hambre y saciedad del cuerpo, sin distracciones como pantallas, y prestando atención al sabor, la textura y el disfrute de los alimentos (7).

De la misma manera, otras formas de alimentarse como la dieta mediterránea, DASH o incluso una dieta basada en plantas no ultra-procesadas han demostrado mejorar la salud cardiometabólica sin la obligación de contar calorías (8). Estos enfoques ayudan con agregar frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos, grasas saludables y proteínas de calidad, bajándolos de forma natural el exceso calórico sin generar una obsesión por los números.

Claves para comer bien sin contar calorías

Si estás buscando una forma más intuitiva y sostenible en el tiempo para alimentarte, puedes aplicar estas estrategias respaldadas por la ciencia:

  • Prioriza alimentos reales y poco procesados: frutas, verduras, legumbres, huevos, frutos secos, cereales integrales y proteínas magras.

  • Come con atención plena: apaga las pantallas, mastica bien y reconoce cuándo estás satisfecho.

  • No le temas a las grasas saludables: palta, aceite de oliva, pescados grasos y semillas aportan saciedad y beneficios cardiovasculares.

  • Organiza tus comidas: planificar con tiempo y anticipación te ayuda a evitar decisiones impulsivas.

  • Escucha tu cuerpo: reconoce la diferencia entre hambre real y hambre emocional.

Contar calorías: ¿para quién sí, para quién no?

No se trata de demonizar el conteo calórico, sino de darse cuneta de que no es necesario ni sostenible para todas las personas. En algunos casos específicos como en ciertos tratamientos clínicos de obesidad, preparación de atletas de elite o nutrición hospitalaria puede ser una herramienta útil. Pero para la mayoría de las personas que buscan mejorar su alimentación y salud, el enfoque en calidad alimentaria, saciedad, comportamiento nutricional y consistencia a largo plazo es más efectivo y menos estresante.

Mynu y una alimentación sin calorías contadas

En Mynu entendemos que comer bien no se trata de contar cada comida, sino de construir hábitos sostenibles y personalizados. A través de la tecnología de Numy y el análisis de tus preferencias personales, podemos ayudarte a diseñar un plan alimenticio que se adapte a tu estilo de vida, tus preferencias y tus necesidades fisiológicas, sin caer en restricciones innecesarias ni en la obsesión por los números. Comer con conciencia y calidad es posible, y nosotros te ayudamos a lograrlo.

Conclusión

Comer bien no requiere de una calculadora en cada comida. La evidencia respalda que priorizar alimentos reales, ricos en fibra, proteínas y nutrientes, y desarrollar una relación saludable con la comida puede conducir a una mejor salud sin necesidad de contar calorías. En lugar de vivir siempre pendiente de números, podemos aprender a escuchar nuestro cuerpo, entender nuestras emociones y construir hábitos que nos permitan sostener el bienestar en el tiempo.

Referencias

  1. Hall, K. D., & Guo, J. (2017). Obesity Energetics: Body Weight Regulation and the Effects of Diet Composition. Gastroenterology, 152(7), 1718-1727.e3. https://doi.org/10.1053/j.gastro.2017.01.052

  2. Mann, T., Tomiyama, A. J., Westling, E., Lew, A., Samuels, B., & Chatman, J. (2007). Medicare’s search for effective obesity treatments: Diets are not the answer. American Psychologist, 62(3), 220-233. https://doi.org/10.1037/0003-066x.62.3.220

  3. Rosenbaum, M., Leibel, R. Adaptive thermogenesis in humans. Int J Obes 34 (Suppl 1), S47–S55 (2010). https://doi.org/10.1038/ijo.2010.184

  4. Ebbeling, C. B., Swain, J. F., Feldman, H. A., Wong, W. W., Hachey, D. L., Garcia-Lago, E., & Ludwig, D. S. (2012). Effects of Dietary Composition on Energy Expenditure During Weight-Loss Maintenance. JAMA, 307(24). https://doi.org/10.1001/jama.2012.6607

  5. Holt, S. H., Miller, J. C., Petocz, P., & Farmakalidis, E. (1995). A satiety index of common foods. European Journal of Clinical Nutrition, 49(9), 675–690. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/7498104/

  6. Lichtman, S. W., Pisarska, K., Berman, E. R., Pestone, M., Dowling, H., Offenbacher, E., Weisel, H., Heshka, S., Matthews, D. E., & Heymsfield, S. B. (1992). Discrepancy between Self-Reported and Actual Caloric Intake and Exercise in Obese Subjects. New England Journal Of Medicine, 327(27), 1893-1898. https://doi.org/10.1056/nejm199212313272701

  7. Kristeller, J. L., & Wolever, R. Q. (2010). Mindfulness-Based Eating Awareness Training for Treating Binge Eating Disorder: The Conceptual Foundation. Eating Disorders, 19(1), 49-61. https://doi.org/10.1080/10640266.2011.533605

  8. Estruch, R., Ros, E., Salas-Salvadó, J., Covas, M. I., Corella, D., Arós, F., … & Martínez-González, M. A. (2013). Primary prevention of cardiovascular disease with a Mediterranean diet. New England Journal of Medicine, 368(14), 1279–1290. https://doi.org/10.1056/NEJMoa1200303